| | Club de Roma INFORMES YA HECHOS Y EN PREPARACIÓN | ARTÍCULOS | NOTAS SOBRE ACTIVIDADES DE LOS MEDIOS El Club de Roma RICARDO DÍEZ HOCHLEITNER Presidente de Honor y Miembro del Comité Ejecutivo del Club de Roma Presidente de Honor y Miembro del Comité Ejecutivo del Capítulo Español (PRESIDENTE DEL CLUB DE ROMA CUANDO SE REDACTÓ ESTE ARTÍCULO) El Club de Roma se hizo realidad no hace mucho. En 1968 se reunió en la Academia Lincei de la Ciudad Eterna un pequeño grupo de hombres de buena voluntad y bien ganado prestigio profesional en torno a Aurelio Peccei. El propósito de estos hombres era contribuir a la paz y al bienestar social y económico del mundo investigando sobre lo que entonces empezaron a llamar la problemática mundial o el conjunto de los problemas del mundo. El compromiso adquirido fue que a medida que se hicieran análisis, aunque fueran provisionales, se transmitieran éstos tanto a los poderes públicos como al sector privado por medio de la publicación de informes y gracias a la organización frecuente de reuniones abiertas al diálogo interdisciplinario. No es la primera vez que se producía una iniciativa como ésta. Por ejemplo, guardadas las debidas distancias de visión, enfoque y alcance, un precedente digno de mención es la Sociedad Lunar de Birmingham a finales del siglo XVIII. Aquella Sociedad también fue un grupo informal de personalidades de diversas profesiones, que de hecho contribuyó decisivamente a revitalizar la ciencia británica: empresarios, filósofos, inventores, médicos, teólogos, matemáticos, físicos, astrónomos y químicos, entre otros, compartían datos, debatían ideas y difundían información sin pretensión de sentar doctrina. Las reuniones se celebraron por rotación en las propias casas de estos notables de aquella sociedad para discutir, a veces apasionadamente, no solamente temas industriales, científicos y económicos novedosos, sino también asuntos tan diversos como el papel de los gobiernos o de los sistemas educativos vigentes junto a las consecuencias sociales de la tecnología, entre otros. Cuando Aurelio Peccei se reunió por primera vez con Alexander King en 1967, en París, para discutir la oportunidad y la viabilidad de establecer un grupo similar (una no organización no gubernamental, como gustaban decir) con el fin de reflexionar prospectivamente sobre la compleja situación mundial, difícilmente podían haber imaginado el impacto de esta iniciativa, aunque ciertamente no era fruto de la improvisación. Bien por el contrario, Aurelio Peccei canalizaba así el entusiasmo creador de una brillante e intensísima vida de alto dirigente de la FIAT y de Olivetti, particularmente en China y en Argentina, cuajada de historias dramáticas que muestran el temple, la humanidad y el estilo poco convencional de ese hombre de proyección universal, hasta que funda ITALCONSULT y ADELA que le sirven de plataforma para plantear respuestas a las inquietudes que se agolpan en su pecho de hombre sensible al dolor, la injusticia y la indolencia, convencido de la capacidad de los hombres para poder resolver tantos males, cada vez más extendidos y amenazantes en medio de tanto progreso. En 1965 publica por primera vez un trabajo sobre su visión de la situación mundial que distribuye entre sus muchos conocidos en el mundo empresarial, gubernamental y de las organizaciones internacionales, argumento que aparece desarrollado luego en su primer libro The Chasm Ahead. Su descripción de la situación mundial en aquel entonces era la de un empresario de vastísima cultura y con una experiencia personal poco frecuente sobre la realidad del planeta. Yo le conocí por primera vez en aquellos años cuando vino a verme en 1964 al Banco Mundial, en Washington, en su condición de Presidente de Italconsult. Cuando, ya reincorporado a la Unesco, recibí en París su primer escrito, sentí como el aldabonazo del grito de un gigante que repercutió también directamente en mi dedicación a las reformas educativas en el mundo y al financiamiento de tales programas. Algo similar debió ocurrir con considerable impacto en la conciencia de otros muchos. Tal fue el caso de Alexander King, por entonces dedicado a la política científica en la OCDE; de Jermen Gvishianí, entonces presidente del IASEI en Viena, luego vicepresidente del Comité Soviético de Ciencia y Tecnología, y actual vicepresidente del Gosplan de la URSS; de Eduardo Pestel, presidente del Instituto de Análisis de Sistemas de la Universidad de Hannover y luego Ministro de Ciencia y Cultura; de Hugo Thieman, por entonces director del Instituto Batelle; de Sabuko Okita, líder empresarial, y luego Ministro de Asuntos Exteriores de Japón, de Felipe Herrera, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, etcétera. Uno de los grandes méritos de aquel primer análisis visionario es que se formuló durante los años de la teoría desarrollista sobre un crecimiento material sostenido e indefinido, cuando los hidrocarburos a precios irrisorios parecían garantizar una ilimitada fuente energética, verdadera sal de la economía y base de una industrialización a ultranza. Aquel primer trabajo, al igual de otros muchos que luego el Club de Roma acometió o encargó a terceros, reprochaba, primero que todo a Europa y al mundo occidental, y no menos al sistema económico de los países del Este, la insolidaridad e imprevisión en sus relaciones con los demás países. También subrayaba que la solución de los grandes problemas del mundo exige una visión global de los casos, tanto más que cada día surgen y van a surgir nuevos problemas que a todos afectan por encima de las fronteras geopolíticas por mucho que quieran aislarse los países. Desde entonces a esta parte se ha generalizado la imagen de un planeta ceñido por los hilos de una red de flujos de toda especie. Ante las presiones de las respectivas sociedades y con horizontes electorales cercanos, los gobiernos se ocupan sobre todo de objetivos a corto plazo y rehuyen plantear problemas a medio plazo. Sin embargo, cada vez más, los Estados, las comunidades y las personas se ven influenciados por las decisiones tomadas por otros Estados o por la actividad de colectivos de distintos sectores, en otras regiones del mundo, mientras que sus propias iniciativas repercuten, con mucha frecuencia, más allá de las fronteras nacionales, tanto en tierra firme como en el fondo de los océanos o en el espacio. En este proceso de planetarización, el corolario evidente es una interdependencia cada vez mayor entre todos los países y la necesidad de intercambios y relaciones recíprocas solidarias. No obstante, subsisten y aún se agudizan los desequilibrios, las desigualdades, las tensiones e incluso los antagonismos, junto con una utilización muchas veces abusiva e irresponsable de los bienes de la ciencia y de la tecnología una manos de los intereses económicos o de poder, lo que constituye una amenaza para la paz del mundo y tal vez un peligro para la supervivencia de la especie humana. En casos extremos, las desigualdades revisten una dimensión trágica. En efecto, se cuentan por millones las personas que viven en la miseria, desnutrición, privados de cuidados médicos, sin acceso al agua potable. Los cerca de 900 millones de analfabetos, los más de 120 millones de niños sin escolarizar y los aproximadamente 500 millones de adultos marginados de la vida activa son cifras elocuentes del abismal desamparo de muchos frente a la opulencia de otros tantos. En consecuencia, la humanidad parece abocada a una doble exigencia fundamental. Hacer prevalecer la razón y poner el progreso científico y técnico al servicio del conjunto de los pueblos del mundo, conciliando la especificidad de cada uno y la interdependencia de todos. Éste es apenas parte del marco de los muchos problemas que interesan al Club de Roma ahora que, por primera vez en la historia de la humanidad, aparecen por doquier problemas de alcance global, mundial, que actúan a su vez entre sí, dado lugar a una inmensa complejidad e incertidumbre cuyo valor motivador y creativo para la búsqueda de las soluciones están subrayando los más recientes informes al Club de Roma. Y, sin embargo, para tan ingente desafío, el Club de Roma nació y se mantiene modesto a tal punto que su impacto ha sido completamente desproporcionado a los medios materiales de que se dispone. Los primeros sorprendidos somos los propios miembros del Club de Roma que no buscamos protagonismo, aunque todos sabemos que la mayor fuerza es la fuerza del análisis serio de los hechos y de los escenarios alternativos del futuro. En sus comienzos, de los cuarenta hombres que se reunieron en torno a Peccei y a King en Roma en la primavera de 1968, gracias a una subvención de la Fundación Agnelli, tan sólo seis decidieron crear el Club de Roma legalmente como una fundación registrada en Suiza dedicada a difundir lo que avizoraban revelaría el análisis de la realidad mundial. En 1970, al cabo de múltiples reuniones con especialistas y destacados hombres de gobierno, el incipiente Club de Roma obtuvo de la Fundación Volkswagen los fondos necesarios para subvencionar los trabajos de investigación necesarios para elaborar un primer informe sobre la interacción de los principales factores del desarrollo sostenido en el mundo. El profesor Jay Forrester propuso una metodología llamada dinámica de sistemas que interrelacionaba la densidad de población con los recursos naturales, la contaminación, la alimentación, los terrenos cultivables, las inversiones de capital, los calendarios de actuación y los niveles o calidades de vida, si bien no supo incorporar factores humanistas como desde un principio insistía Peccei. Después de intensos debates con los miembros del Comité Ejecutivo del Club de Roma, el profesor Forrester nombró, para la elaboración de ese primer modelo de 43 ecuaciones integradas, al matrimonio Meadows, colaboradores suyos. El texto final fue publicado en 1972 como Informe al Club de Roma1 con un primer capítulo sobre la Dinámica Mundial y un segundo sobre los Límites al Crecimiento. Una masa impresionante de datos, a pesar de ser incompletos y contener algunos errores metodológicos, junto a un texto ágilmente escrito, venían a confirmar que las generaciones presentes deben cambiar sus hábitos y comportamientos si no quieren esquilmar el mundo y hacerlo inviable para sus herederos. El debate en torno a este primer informe surgió de forma explosiva en 1971 al más alto nivel de la Comunidad Europea, de los gobiernos y de los especialistas. Las ediciones se agotaron sucesivamente a un ritmo de diez mil ejemplares diarios, alcanzando hoy en día una tirada global de más de 10 millones en más de 20 idiomas (tan sólo en holandés se vendió más de 1 millón de ejemplares). 1 Dennis L. Meadows. The limits to et al Growth. Universe Books. New York, 1972. A partir de ese primer informe el Club de Roma cobró plenitud, asumiendo Aurelio Peccei el papel de portavoz, aunque pronto se vio impuesto el título de Presidente por la fuerza de los medios de comunicación. También se complementaron los cuadros profesionales. El número máximo previsto en los Estatutos fundacionales es de hasta cien miembros activos, cooptados por el Comité Ejecutivo. Poco a poco se fueron incorporando científicos, empresarios, educadores, filósofos, periodistas, etc., así como políticos y funcionarios internacionales, aunque siempre nombrados cuando no ocupaban cargos de responsabilidad política. En un principio, la mayor parte fueron europeos, pero muy pronto se logró que provinieran de todos los Continentes. Actualmente procedemos de más de 40 países; 33 de Europa Occidental, 8 de Europa del Este, 8 de África, 12 de América Latina, 10 de Asia y 14 del Norte de América. Entre los miembros los hay de distintas razas y de las más diversas ideologías y creencias, con la única condición de que cada cual haya hecho algún aporte sustancial en su campo de relación con la problemática mundial y esté disponible para una participación activa. La denominación de Miembros Asociados existe para quienes mantienen una relación de cooperación menos intensa. Más recientemente se estableció la categoría de Miembros eméritos o de honor para personalidades con las que han existido contactos frecuentes y por el respeto que el Club de Roma tiene ante su aportación a la solución de la problemática mundial. Entre ellos figuran S.M. Don Juan Carlos de Borbón, el Cardenal König, el ex Presidente Belisario Betancur, el Príncipe Hassan de Jordania, el Presidente Kiovista de Finlandia, etc. Aún después de la muerte de A. Peccei en 1984, el Club de Roma ha seguido trabajando apoyado principalmente en estudios sobre temas prioritarios que encarga a entidades o a equipos de especialistas de reconocido prestigio científico para que, con total independencia, elaboren informes dirigidos al Club de Roma, los cuales son objeto de debates en reuniones técnicas durante su elaboración y de debates públicos a partir de su publicación. También organiza consultas, algunas de ellas con Jefes de Gobierno a puerta cerrada, a fin de poder celebrar intercambios de puntos de vista con entera libertas y sin implicaciones políticas. Algunas de estas reuniones han tenido lugar con el patrocinio de los Presidentes de México, Suecia y Austria, además de numerosos encuentro con Reyes, Jefes de Estado y Jefes de Gobierno. En 1983 su Santidad Juan Pablo II recibió en audiencia a directivos del Club de Roma y al igual que sus antecesores se ha hecho representar ante la mayoría de las grandes Conferencias del Club, principalmente a través del Cardenal König.La mayor diferencia actual es el sistema de trabajo colegiado que se ha impuesto el Comité Ejecutivo bajo el liderazgo de Alexander King, cofundador y amigo de Aurelio Peccei, después de la reciente reafirmación vigorosa de la misión que el Club de Roma se ha asignado. Junto con los mecanismos de actuación internacional también se han ido estableciendo desde 1974 capítulos o asociaciones nacionales que siguen en lo fundamental el espíritu y las pautas del Club de Roma con el ánimo de aprovechar y difundir sus informes, así como de contribuir desde la particular perspectiva cultural de su respectivo país y con la experiencia de sus miembros en el debate general. El Capítulo español fue establecido en 1976, después de que me cooptaran primer español miembro del Club de Roma. El Capítulo goza de muy buen prestigio junto con los de los EE.UU., Canadá, Japón y Finlandia, entre otros muchos existentes. Los miembros del Capítulo español son de diversa ideología y proceden de muy numerosas disciplinas y profesiones. Sus reuniones de trabajo se han celebrado en Barcelona, Valencia, Toledo, Granada y Sevilla, además de las muchas reuniones de Madrid. De entre ellos también fueron cooptados miembros del Club de Roma, Federico Mayor Zaragoza, Pedro Durán Farrell y Gregorio López-Bravo, quien se ganó el aprecio de todos sus colegas en el Club de Roma por su constante participación hasta su lamentable desaparición. Por otra parte, los catorce miembros de la Junta Directiva del Capítulo han sido distinguidos con el título de Miembros Asociados. Pero volviendo sobre los trabajos del Club de Roma, después de unas referencias a su estructura y tipo de reuniones que celebra, conviene recordar que al primer informe ya mencionado le siguió muy pronto otro elaborado bajo la dirección de E. Pestel y M. Mesarovic, en el que, gracias a más de 100.000 ecuaciones integradas, se profundiza en la interrelación de factores, referido no sólo al mundo en su conjunto, sino también a las diez regiones en las que se divide éste según criterios de máxima interdependencia. Es el informe que aparece en 1974 bajo el título La humanidad en la encrucijada. A partir de ahí se multiplicaron las iniciativas y se celebraron con profusión conferencias y reuniones técnicas, gracias a una financiación generalmente paralela de fuentes públicas y privadas muy diversas, garantía de la necesaria independencia de los trabajos. Así nacieron los nuevos informes al Club de Roma, tales como el dirigido por el premio Nobel, J. Tinbergen, sobre el Replanteamiento del Orden Internacional en 1976, el dirigido por E. Laszlo sobre Metas para la Humanidad en 1977, y el de Umberto Colombo y Gabor titulado Más allá de la era del derroche en 1978. En 1979 se publica el resultado del gran esfuerzo colectivo que se hizo para trascender el estudio de los límites externos que el hombre tiene en el planeta al analizar los límites internos del propio hombre. Las conclusiones fueron extraordinariamente promisorias, ya que demuestran las posibilidades que el hombre tiene para superar tantos problemas gracias al aprendizaje. Este informe, Aprender, horizonte sin límites, lo dirigieron Botkin, Elmandjara y Malltza. Ahí se pone énfasis en la innovación, la creatividad, la participación y en la actitud anticipatoria. Otros temas diversos, y también apasionantes, se han tratado en años sucesivos en los informes dirigidos por Giarini (Diálogo entre bienestar y riqueza, que apunta a una nueva teoría económica) y por Haweylyshyn (Camino hacia el futuro: hacia sociedades más efectivas, que trata con gran ponderación el tema de la gobernabilidad de los Estados y el de la gestión de las empresas), ambos publicados en 1980. A principios de los años 80 nació el proyecto FORUM HUMANUM, con la creación de grupos en muy diversos países de jóvenes profesionales especializados en temas globales concretos, incluido un grupo español que trabaja sobre temas del hábitat rural y urbano, ante la convicción de A. Peccei de que los jóvenes profesionales tenían una especial responsabilidad y seguramente una visión más real como protagonistas de un período más largo de tiempo por su mayor expectativa de vida. Uno de los grupos se constituyó en la Universidad Gregoriana de Roma. La experiencia aún está inconclusa y muestra, en todo caso, la necesidad de una cooperación intergeneracional y sobre todo lo esencial de que jóvenes y viejos tengan la juventud de los espíritus creativos, lo que no siempre se puede dar por supuesto. Los informes posteriores dirigidos por M. Guernier sobre El Tercer Mundo, tres cuartas partes del mundo, por E. Mann-Borghese sobre El futuro de los Océanos, por Schaff, Friedrichs et al sobre Microelectrónica y sociedad; para bien y para mal, y el más reciente de B. Schneider bajo el título La revolución de los desheredados (Alhambra, Madrid 1986), se entrelazaron con las últimas obras personales de Aurelio Peccei, quien después de describir el extraordinario resumen de su vida y obra hasta 1976 en La calidad humana (Taurus), vuelve a la carga en 1981 con Testimonio para el futuro (Cents pages pour lavenir), y remata en 1984, en vísperas de su muerte, con un trabajo que titula Agenda para el fin de siglo, el cual se ha convertido, de hecho, en su testamento intelectual. En este último escrito insiste en la problemática mundial y señala cinco áreas de atención prioritaria: la sociedad violenta, expresada en el terrorismo y el armamentismo; las consecuencias del crecimiento de la población a las que hay que hacer frente; la gestión institucional de la sociedad necesitada de renovación; los recursos humanos en su naturaleza, creatividad cultural y dimensión ética ante el paro y la problemática general; y las consecuencias sociales, culturales y políticas de la utilización de los descubrimientos científicos y tecnológicos. Todos estos planteamientos y estudios del Club de Roma no han dejado de tener enemigos gratuitos y acérrimos, aún en vida de Peccei, reflejado en libros tales como los de Polack, The contra-Club of Rome, de Braillard, Limposture du Club de Rome, y de Stadiarkos en Dear Club of Rome, pero sobre todo en la actitud violentamente agresiva y vejatoria del ultraderechista millonario y senador norteamericano LaRouche fundador del grupo European Labor Party y del Club de la Vida, respuesta caricaturesca al Club de Roma. A un nivel más profesional, aunque cargado de frívolo optimismo, se encuadran los trabajos de Herman Kahn en el Instituto Hudson, profetizando un ingreso per cápita de 20.000 dólares para 20.000 millones de habitantes en el año 2000. Casi todas ellas son reacciones emotivas ante la popularidad alcanzada por el Club de Roma en los años 70 y debido a impresiones equivocadas de quienes leyeron superficialmente los informes. Lo que demuestran es no saber que el Club de Roma nunca asume colectivamente los informes, ni tiene establecida doctrina alguna basada en las libres afirmaciones de sus miembros, porque precisamente su metodología y principios es la de mantenerse como un foro internacional abierto al diálogo sistemático y continuo con la comunidad científica y entre sus miembros, cuyas ideologías y formación es muy diversa, para poder prosperar así en el análisis de problemas y eventualmente para formular ocasionales síntesis. De ahí que a lo largo de los grandes hitos de sus conferencias anuales se hayan reabierto siempre muchos de los datos y de los supuestos previos. Así ha ocurrido desde que se celebró la primera Asamblea General en Berna, en 1969, pasando por los grandes debates en las conferencias, tales como las de Río de Janeiro, Berlín, Atenas, Caracas, Tokyo, Budapest, Salzburgo, Bogotá, Dakar, Seúl, Helsinki, o Santander, y próximamente en Yaundé. Actualmente, el Club de Roma sigue trabajando sin descanso, procurando no sólo el análisis de los grandes problemas de alcance mundial, sino también buscando respuestas y posibles soluciones alternativas, muchas veces centradas en grandes regiones concretas. Tal es el caso de los trabajos par la Conferencia de Yaundé (Camerún), en diciembre de 1986, referidos a África ante la sociedad moderna global. Este planteamiento confluye con el informe, actualmente en elaboración, sobre El costo de la pobreza. Como ya apunta Bertrand Schneider en La revolución de los desheredados, conviene tomar conciencia que la pobreza en el mundo es sobre todo un problema ético de solidaridad, pero en caso de insensibilidad colectiva también debe quedar patente que esa dramática pobreza de tantos pueblos ya está empezando a generar también grandes problemas y daños a los más favorecidos dada la inexorable interdependencia. En todo caso, como quiera que en la médula de la mayoría de estos y otros problemas está latente el tema de la gobernabilidad de un mundo repleto de egoísmos, amparado en culturas diferentes y encerrados en fronteras cada día más frágiles, se impone un serio diálogo de las culturas que haga el mejor uso del creciente conocimiento humano y de las nuevas tecnologías al servicio de un mundo en el que florezca la cooperación frente a la confrontación. En este empeño el Club de Roma mantiene su enfoque de una perspectiva global, con una visión esencialmente holística y con un horizonte a largo plazo frente a planteamientos a corto plazo que frecuentemente se imponen por la presión política. Lo uno no excluye ciertamente lo otro, sino que lo complementa. En el Club de Roma somos muchos los que estamos convencidos de que para la solución de los problemas diarios, para que sean verdaderas soluciones y no el origen de nuevos problemas que vayan sumándose al lastre de los grandes errores acumulados, es imprescindible un marco prospectivo de conjunto en cuya definición participe crecientemente la opinión pública, gracias a mecanismos de negociación social que reduzcan las tentaciones de un poder abusivo nacional o supranacional. Y en la base de todo ello, el convencimiento de que las sociedades, y sobre todo cada individuo, necesita una referencia de valores éticos y morales tal y como se ha debatido en la reciente primera sesión de los trabajos por la Unesco al Club de Roma en torno al tema de los valores éticos y la educación. El desafío de diseñar acciones cara al futuro es inmenso ante el cúmulo de problemas nuevos y viejos que se entrelazan. Por ejemplo, el rápido desarrollo tecnológico con la aparición de nuevas tecnologías y materiales, antes insospechados, y junto a ello el desempleo que ello genera, sobre todo en los países más pobres, junto con la devaluación de materias primas que pierden su primacía en los mercados internacionales; la creciente producción de alimentos en las regiones más ricas y el mayor bienestar material de los países ya industrializados, junto con el hambre devastadora de grandes zonas paupérrimas y la deuda financiera impagable que se acumula entre los países deudores que necesitan seguir comprando a sus prestamistas. Frente a los simples modelos matemáticos que, como ya hemos señalado antes, se utilizaron con profusión en los primeros años de los trabajos del Club de Roma para interrelacionar tantos y tantos datos y factores nuevos y viejos, las reflexiones más recientes reconocen y valoran que esta creciente complejidad introduce cada vez más un factor de incertidumbre que tiene un valiosísimo efecto creativo e innovador. A este respecto, los trabajos de André Danzin ya han suscitado interesantísimos debates de enfoque y visión con otros colegas miembros del Club de Roma, tales como Adam Schaff, de ideología contrapuesta, pero igualmente interesados en acercarse honestamente a las mejores respuestas alternativas posibles. Ese es uno de los mayores méritos del Club de Roma si quiere ser realmente útil a todos los hombres. No se trata de imponer unas ideas ni de complacerse o de criticar el presente. Al fin y al cabo el planeta no es solamente sustento heredado para el exclusivo bienestar de las generaciones que en él viven actualmente. Conviene pensar también que este planeta es algo así como un préstamo que nos han hecho las futuras generaciones a las que nos debemos y que nuestro primer deber es no sólo no destruirlo o esquilmarlo, sino también mejorarlo en todos los órdenes. El hombre no debe llegar a ser nunca el peor enemigo de su especie, como a veces parece amenazar, sino por el contrario, su mejor amigo. a inicio de página 19.09.03 a inicio de página | |